jueves, 11 de marzo de 2010

Ilogismo I - II - II

*Curiósamente es el único de mis Ilogismos que guarda cierta continuidad lógica. Escrito hace 3 años atrás, más o menos. Este fue, sin duda, mi primer Ilogismo... basado en una situación que vivía en aquel entonces. Óbviamente fue dedicado a alguien. Con esto también me gané la frase de una persona que, con toda seguridad, me dijo: "Cuando estás más triste es cuando mejor escribís".


I


Y estaba ahí, dudando, mirando el acantilado.

Tanta oscuridad allí abajo… ¿qué me esperará en lo profundo del abismo?

¿Qué me estará esperando? Mientras… dudaba.

Si decido caer – me pregunté - ¿qué pasará con mi cuerpo?

¿Qué pasará con mi piel? ¿Qué pasará con mis huesos?

En ese momento decidí dar un paso hasta posicionarme frente al precipicio. Un par de piedras pequeñas rodaron hacia la negrura del fondo.

¿Qué sentirán las piedras? ¿Me ocurrirá lo que a ellas?

¿Sentiré su dolor?

Recordé entonces que debo tener cuidado de compararme con objetos inanimados, sin alma… o mañana terminaré comparándome con el fango.

La física es lo único que me responde. Al menos sé que tocaríamos fondo al mismo tiempo… si es que lo hay. Me refiero al fondo.

Supuse que no hay tiempo en el infinito, de qué sirve un cronómetro para tomar algo que jamás concluirá. Debía dejar de pensar.

Tal vez no era el momento de saltar aún. De haberlo querido ya lo habría hecho… pero… es que tengo tanta curiosidad. La detesto.

De no existir ella – la curiosidad – todo sería tan fácil. Son las desventajas del libre albedrío, una libertad tan llena de restricciones implícitas que parece una broma del destino.

Elegir qué es lo bueno… qué es lo malo… qué debo hacer. Todo recae en mí, en mi elección. La curiosidad es el mayor de mis pecados; sobre todo por ese maldito canto de sirenas que posee y que, indefectiblemente, siempre me embruja.

Y dudaba… miraba el acantilado, luego al manto negro que tenía por cielo y nuevamente volvía mi rostro hacia el abismo.

Comencé mentalmente mi cuenta regresiva.

10…

9…

8…

Un aullido profundo hizo perder mi concentración. Nuevamente comencé a contar.

10…

9…

8…

Una vez más el mismo lobo aulló. Tal vez lo echaron de la manada. Con él ya éramos dos solitarios. Decidí cesar el conteo.

Extendí mis brazos así como un águila extiende sus alas.

Sentí el frío aliento de la parca colarse entre mis dedos… juro que lo sentí.

Y desperté.


II


Estaba en un cuarto gigantesco en el cual la luz brillaba por su ausencia.

Tenía mis pies y mis manos atados con soga.

Estaba solo, perdido en la nada, frente a un espejo que no me reflejaba.

Y eras tú mi reflejo.

Y yo estaba desesperado, quería tocarte, poseerte.

¿Qué hacías allí dentro? ¿Quién te había encerrado tras la jaula de cristal y me había atado el orgullo al cuello?

Y tú… ahí… inerte.

Tanta seriedad te hará sangrar los poros.

Quería que sonrieras aunque sea unos minutos. Entonces yo te sonreí.

Y me miraste…

Y te miré…

Y nos miramos.

No soporté tenerte lejos y comencé a cortarme la piel con el roce constante del ramal.

Prefería perder mis manos a perder tu imagen, aunque jamás vuelva a tener mis dedos entre los tuyos.

Ya nada importaba.

Quise gritar cuánto te amaba pero había perdido completamente la voz.

Y fuiste tú quien lo dijo.

Exasperado por no poder cortarme las manos, decidí volcarme al suelo y me arrastré sangrando.

Te agachaste y lentamente estiraste tus dos brazos para recibirme con un abrazo.

Y desperté.


III


Calderón de la Barca dijo: “toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”.

¿Fui yo quien soñé al principio o quien soñó al final?

Ningún sueño es mío, ni el primero ni el segundo.

Yo no soñé al lobo antes ni fui hombre después.

El “tú” del segundo sueño no eras tú.

Vaya uno a saber quién es.

Yo no te sueño… existes.

Tú tampoco me sueñas… existo.

Pero, sin embargo, sueño una vida contigo.

¿Entonces te sueño? Sí, en mi vida… pero no a ti.

¿Seremos fragmentos oníricos desparramados en la realidad?

No lo sé… y no me interesa.

Soñémonos…

Soñemos… mientras estemos lejos.


miércoles, 17 de febrero de 2010

El encanto amargo del alcohol

Anoche sin duda he caído

Al terrible encanto del alcohol…

Recordé cuánto había sufrido,

Cuántas veces lloré de dolor.

Y es que vi en el vaso tu imagen,

Reflejada en un solo color,

Pensando que a cada triste sorbo amargo,

Cortaría con esta maldición.

Y es que nada ha ocurrido en mi vida,

Que me ayude en algo a sobrevivir,

Y es por eso que me entregué anoche convaleciente

A ese vaso que no me hizo sufrir.

Porque en él noté tu figura

Monocromática observándome a mí

Y creí que con sólo imaginarte en mis manos,

Esa noche podría ser feliz.

Me quedé en silencio mirando hacia el cielo,

El viento con fuerza levantó,

Las pequeñas gotas que con violencia cayeron

Endulzaron raramente el alcohol.

Y pensé: si aquí mismo estuvieras,

Esta noche habríamos hecho el amor,

Y no habría necesitado de estas botellas,

Para calmar mi dolor.

Y es que nada ha ocurrido en mi vida,

Que me dé esperanzas de continuar,

Y saberte a mi lado algún día sería

Mi razón por la cual descansar.

Porque en el vaso noté tu figura

Monocromática mirándome a mí,

Y creí que con sólo imaginarte en mis manos,

Esa noche podría ser feliz.

jueves, 28 de enero de 2010

Pornografía poética o el deseo de una niña caprichosa

Púnzame el alma,
quiébrame el pecho,
tómame a la fuerza
penétrame, te lo ruego.

Que mis manos traduzcan
lo que pretendo en este verso
hacer con tu boca
sobre uno de mis pechos.

Que tu lengua reproduzca
mis más oscuros deseos,
que se pierdan en mis manos
que se enciendan en mi pelo.

Que tu hombría me desgarre
de los pies a la cabeza
y que tus ojos acompañen
el vaivén contra la mesa.

Que al momento de seducirme
arremetas por completo
contra la pared de la cocina
acabemos deshechos.

Y que pierda por completo
el control de mis deseos,
que jadee, que grite,
y te haga lo que no debo.

Que me pierda en las sábanas
que me liberes de esto,
que me muerdas los labios
que me lamas el cuello.

Y que yo, con gusto,
te rasguñe el cuerpo entero
y te deslices dentro mío
que te pierdas por completo.

Que tu sudor hidrate
mis piernas que te sujetan
y en el balcón, de un tirón,
me dejes perpleja.

Eso es lo que quiero,
cada vez que te miro,
quiero que me dejes extasiada,
que me dejes sin respiro.

Y es que te quiero como te quiero
porque no puedo tenerte,
ni en mi alma, ni en mi lecho
Pues eres tú quien no quiere.

martes, 26 de enero de 2010

Ilogismo XV

Soy la tormenta maldita, la época de sequias, la inundación…
Soy el silencio molesto, el cruel cementerio y la falta de amor…
Soy la fusión pluscuamperfecta entre la cosa más absurda y el hazme reír...
Soy la maldita inconciencia que nunca antes piensa lo que va a decir...
Soy el deseo insensato, el maricón enjaulado, la sucia verdad…
Soy la jodida piedra en el zapato, la puta más fea, la cruel realidad...

Por eso muy triste hoy te digo...

Soy ese feo par de calcetines,

Que tú nunca esperas para Navidad