Ilogismo XVII
Llegó, se tiró a la cama y cerró los ojos.
Tras sentir un par de oleadas de calor, decidió treparse a la misma aventura a la que estaba acostumbrada.
Abrió entonces la ventana al deseo y la imaginación y dejó que entraran a lo profundo de su ser.
Visitó como de costumbre los montes, recorrió con sus manos la hierba frondosa y nadó en sus manantiales de agua salada.
Se agitó al alcanzar la cima a la que estaba acostumbrada a llegar.
Abrió los ojos y se vio sola...
Teniendo el peor orgasmo de su vida.
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