Cuando se dio cuenta que tenía que saludar siempre a las mismas personas forzando los temas de conversación porque ya nadie tenía nada nuevo que contar. Y, además, notó que podía anticiparse a los pensamientos ajenos mientras comían lo mismo de todos los días, comprado en el mismo supermercado, generalmente a las mismas horas. Y para peor, cuando esa pobre criatura cayó en la cuenta de que se tomaba siempre el mismo colectivo, recorría siempre la misma ruta, iba a los mismos lugares, bebía de lo mismo, y hasta se compraba la ropa en la misma tienda… fue demasiado tarde. Ya le había vendido el alma a la rutina… ¡¿qué diablos ni diablos?! Ni siquiera Lucifer es capaz se semejante bodrio.
1 comentario:
Estoy de acuerdo y ademas la mayoria de la gente lo hace...
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